El día D: cuando las revoluciones no son suficientes

Opinión | mayo 17, 2020 | 6:26 am.

“Que lo urgente no conspire contra lo importante” le escuché decir en repetidas ocasiones a mi padre siendo Rector, una máxima que aplicó gerenciando instituciones educativas universitarias. La misma lógica debería aplicar para Venezuela. Que la urgencia por salir del régimen no termine socavando cualquier posibilidad de desarrollo futuro.


Otra anécdota ayuda a ilustrar este punto. En un artículo de Foreign Affairs, se relata cómo en el marco del conflicto en los Balcanes en la sala situacional de la Casa Blanca se estaba considerando una nueva serie de bombardeos contra Serbia como represalia a Milosevic. Cuando consultaron con el representante militar presente su respuesta fue: ¿y luego qué?

Las dos referencias anteriores se conectan. Hoy el país atraviesa una de las peores crisis sociales del hemisferio occidental, con millones de personas en situación de vulnerabilidad y un conflicto político que parece no encontrar una vía para resolverse. Con canales políticos aparentemente cerrados y la urgencia de evitar mayor sufrimiento en miles de venezolanos, la urgencia por un cambio de régimen pudiera nublar cualquier otro objetivo, por ello el fantasma de las soluciones rápidas sigue estando presente, más allá del fracaso reciente de la “Operación Gideón”, el sentido de urgencia no ha desaparecido.

¿Y luego qué? Le pregunta un general a un grupo de civiles que quieren bombardear un país intentando resolver con las armas lo que debería estar en el terreno de la política. En Venezuela la misma interrogante es válida, ¿y luego qué? No importa si se trata de un cambio radical producto de una intervención militar o una revuelta popular, ¿qué pasa luego? Un hecho cierto es que el tejido social en Venezuela está destruido, quizás tanto como su infraestructura y economía. Lo económico, como la recuperación de la infraestructura, se resuelve fundamentalmente a través de conocimiento técnico, y se puede incluso decir que las Políticas Públicas en general se pueden abordar con la misma lógica. Pero ¿y lo político?

Afganistán e Irak son dos países que vienen a la mente cuando se piensa en intervenciones extranjeras que fracasaron en sus objetivos de darle una democracia estable a dos pueblos. Pero no sólo las invasiones militares no han logrado ese objetivo, tampoco las revueltas populares son una garantía. Entre 2010 y 2012 tuvo lugar la llamada Primavera Árabe, miles de personas protestaron en distintos países buscando cambios políticos, en algunos países se logró poco, en otros algunas reformas importantes, y otros lograron incluso derrocar los respectivos regímenes, estos últimos fueron Túnez, Libia, Yemen y Egipto. ¿Cómo están esos países hoy?

Si se revisan los datos del Producto Interno Bruto ninguno de estos cuatros países logró mejoras sustanciales. Egipto, que venía mostrando cierto crecimiento hasta el año 2016, igual ha terminado colapsando. Con respecto al plano democrático, de los cuatros países sólo Túnez ha logrado una mejora sustancial, y hasta ahora la ha mantenido. En cuanto a Fragilidad del Estado, Yemen y Libia han empeorado drásticamente su situación, Egipto se ha mantenido relativamente igual, y sólo Túnez ha logrado alguna mejora a partir de 2014. Todos estos datos indican que no basta un cambio radical para lograr que el país encuentre una senda de progreso.

Sí. El cambio es fundamental en Venezuela. El supuesto sobre el que se han sostenido la mayoría de las estrategias pasa por un cambio en la élite gobernante, y en términos generales un cambio de régimen. Sin embargo, la evidencia sugiere que un cambio radical es garantía de solución, de hecho, puede agravarla.

En Venezuela urge un cambio, pero el mismo debe promoverse en base a un análisis realista, basado en variables como distribución de poder, condiciones del tejido social, fragilidad del Estado, y muchas otras variables que trascienden lo técnico. Para ello se requiere romper algunos esquemas mentales, y sobre todo buscar consenso.

Twitter: @lombardidiego