La profunda grieta entre unos y otros

Opinión | abril 13, 2020 | 6:26 am.

Uno de los temas más apasionantes hoy es el contraste entre las visiones. Mas allá de los sentimientos y razones involucradas en cada perspectiva particular, lo más resaltante son las discrepancias entre las percepciones de las personas que actúan en el mundo de la política.

Diodado se dirige a sus seguidores y les promete la victoria: “Este pueblo noble se crece ante las dificultades, unidos somos indestructibles”. Mensaje que puede ser una nota cínica, pero también puede no serlo. La mención de la actitud del pueblo noble frente a las dificultades es como meter la mano en un saco de alacranes. ¿Cuáles son las dificultades que sufre el pueblo noble, cuál es su origen, cuál tamaño tienen?

La idea de Diosdado es transformar el concepto de dificultades. No es el hambre que acosa a los hogares, la inexistencia de oportunidades de trabajar y tener un salario decente, carecer de protección de la salud familiar, la represión desatada del hampa y del régimen que no conoce límites. Informar la ruina de los hospitales equivale a una orden inmediata de encarcelamiento. Las dificultades son las que genera la oposición política, la propuesta de negociación de Estados Unidos, no el millón de niños abandonados, ni los venezolanos trashumantes, obligados a regresar a Venezuela por la pandemia. Las dificultades de Diosdado son las barreras para continuar tiranizando a Venezuela, como si la gente no existiera. No se ha destruido el 70% de la economía, ni permanecen 334 presos políticos en calabozos infames. Todas estas situaciones son opacas,” no veo, no me importa, no sé lo que pasa”. Este es Diosdado.

Si oímos a Vladimir Padrino podemos creer que estamos al borde de la locura. “No van a poder pasar por la conciencia, el espíritu patriótico de los hombres y mujeres de la Fuerza Armada, por la vía de la fuerza para imponer un Gobierno aquí, títere, genuflexo, entreguista, antipatriótico. No lo van a poder lograr. Van a tener que pasar por estos cadáveres” y remata, viva el socialismo, Chávez vive.

Todo gira alrededor de encontrar una solución, un acuerdo, una negociación, entre el grupo que retiene el poder y los representantes de la democracia. La profunda grieta que los separa puede ser en parte el miedo a castigos futuros, pérdida de la libertad y la fortuna o quizás la muerte.

Maduro, con la mente entubada por Fidel y Raul, cree que el socialismo es el mar de la felicidad, más si le permite a él y a su conyugue enriquecerse sin límites. Para este hombre, Venezuela no existe. Las denuncias de Cáritas son basura como tanto le gusta repetir. Cuando califica algún hecho que lo contradice como basura mueve la mano como si estuviera barriendo “Eso es basura nada más”. Elliot Abrams en una respuesta clara y directa le recuerda, “En Suráfrica Mandela subió al poder y no persiguió a nadie” le faltó agregar, no tengan tanto miedo.

No se trata de negar la vinculación del régimen con el narcotráfico, los crímenes y violaciones de los derechos humanos, ni la dimensión de las fortunas acumuladas por funcionarios corruptos. La posibilidad del acuerdo pareciera radicar en la apertura de un tímido agujero, poros, vasos comunicantes entre la visión del régimen de sí misma y las aspiraciones de la gente que aspira ser libre. En principio, cómo manejar el terror que debe sentir cada uno de ellos cuando recuerdan el fin de Qosein Soleimani, del cuál solo sobrevivió el anillo que llevaba en el dedo anular. Asegurarles que al liderazgo de la oposición y los países que los respaldan no les interesan sus huesos, sino hacer justicia y que si sus crímenes van in crescendo, cada niño que muera, cada día más de prisión injusta para gente inocente, aumenta exponencialmente la dimensión de sus responsabilidades con los venezolanos.

La oposición no tiene otro camino que fortalecerse. Sólo con la unidad venceremos. No basta probar los crímenes del régimen. Hay que negociar en nombre del 80% de la gente que hoy padece condiciones atroces. Es salvar a la gente que hoy no tiene salidas, que no existen para el régimen, es encontrar el camino para salvarlas. Si los Estados Unidos ofrecen al alto mando militar permanecer en sus puestos durante la transición, sabiendo quienes son, qué podemos ofrecer nosotros más allá de la cárcel para los culpables. La intransigencia hoy puede ser criminal, se traduce en muertes, desesperanza y envilecimiento humano.

La pregunta central es: ¿Qué perseguimos los que luchamos contra el régimen? ¿Sólo castigar los culpables o construir esperanzas activas para los millones cuyo camino está entorpecido, agotadas todas su salidas?

Es evidente que la salida no es puramente política y menos guerrera. La vía está en nuestra voluntad de poder como seres humanos. Mirar a los ojos a quién ha sido capaz de todas las maldades y pensar en aquellos que cuelgan esperando un aliento para continuar.

Recurro a nuestro poeta Armando Rojas Guardia: Siendo cristiano, apuesto por un realismo esperanzado. El corazón del hombre puede ser, y lo es muchas veces, tenebroso, capaz de malignidad y de acciones perversas y oprobiosas. Pero, si, como lo escribió lapidariamente Pascal, “el hombre supera infinitamente al hombre”. No podremos subsistir como especie sin esa compasión, solidaridad y cooperación que la situación nos invita a reconocer.