¿Qué hacer con el hambre?

Opinión | febrero 17, 2020 | 6:26 am.

Una vez logrado el ansiado cambio político, una sombra terrible se cernirá sobre nuestro territorio. ¿Cómo responder a la urgencia del hambre que existe sobre nuestra gente, causante de muertes de niños y tragedias en los hogares? Esta es una situación derivada de la incapacidad real, hoy presente, de responder a los requerimiento alimentarios normales de la familia venezolana, donde quiera que se encuentre y cualquiera sea su nivel económico.

El análisis de las posibilidades son francamente obscuras. La caída de la producción de alimentos ha sido estruendosa, resultado de la desacertada políticas agrícolas y del terrorismo ejercido sobre los derechos de propiedad. Esos factores que han generado una contracción de cerca del 80% de la producción agrícola. Aderezado además por la destrucción de las fuentes de suministros de insumos, anteriormente realizada eficientemente por Agroisleña y ahora en las manos populistas de Agro Patria, una corrupta institución que solo sirve para pagar salarios a funcionarios del partido de gobierno.

La producción caída, la hiperinflación destruyendo la economía del país y de los hogares y las capacidades de importación de alimentos limitadas al mínimo por el fracaso económico gubernamental es el panorama que enfrentaremos en un plazo cercano. Y con más de 4 millones de venezolanos deseando volver a su país, poder trabajar y tener los ingresos que cubran todas sus requerimientos de subsistencia.

Se sabe que en una primera etapa de reconstrucción será imprescindible recibir apoyo del mundo. Ayuda humanitaria, la cual nunca alcanzará ni será suficiente dada la magnitud de la demanda insatisfecha.

Conscientes de que la gran urgencia es reactivar la producción, es imprescindible restablecer la paz en el campo. Garantizar que las inversiones y la propiedad sean respetadas. Y que las empresas tomadas por la revolución chavista puedan volver a ser explotadas eficientemente como lo desean muchos de sus legítimos propietarios y paradójicamente sus antiguos trabajadores quienes han visto desaparecer ante sus ojos sus fuentes de trabajo, destruidos los instrumentos de producción y constatado el abandono posterior al saqueo realizado por hordas invasoras integradas por gente que en su mayoría nunca tuvieron relación con la actividad agrícola.

En la producción pecuaria de carne y leche lo más importante es restablecer el orden. Eliminar los abusos de politiqueros, los decomisos, el allanamiento e invasiones ejecutadas por los funcionarios del régimen y sus huestes. Los productores ganaderos están en condiciones de reactivar sus unidades de producción si se instala un clima de respeto, seguridad y apoyo para realizar todas las fases de sus procesos productivos.

La misma situación toca muy fuertemente al sector pesquero, azotado por la inseguridad, sin acceso a los insumos necesarios, debatiéndose ante las irracionalidades de las políticas gubernamentales, chantajeados para obtener un motor fuera de borda, acciones depredadoras de sus capacidades de producir.

Los productores de alimentos requieren, para retornar a sus actividades tradicionales, que el nuevo gobierno, las fuerzas armadas y las instituciones del sector sean sus aliados y protectores y no el enemigo que los roba. Las saquea. Les impone multas impagables y medidas que afectan directamente la productividad, tal como ha ocurrido durante los regímenes de Chávez y Maduro, plagados de funcionarios que no mueven un dedo para asegurarles que pueden cumplir sus tarea de forma productiva, rentable y provechosa. Que los roban y les arrebatan parte de su producción impidiendo seguir adelante con la gran función abastecedora de alimentos.

Venezuela es un país que necesita urgentemente la reactivación del aparato agrícola, ganadero, pesca y piscicultura, agroindustria, transporte, comercialización y toda la red de investigadores, universidades y asesores de los productores. Un sector que aspira y le es imprescindible trabajar en paz, con seguridad y obtener con ello la retribución que merecen todos aquellos que rindan un servicio esencial como es alimentar a un país.

La noción de desarrollo rural hay que retomarla. No como un campo de subsidios y protección, de campesinos pobres. Debe ser concebida y alineada con estándares de vida en zonas urbanas, tras la búsqueda de eficiencia, productividad y calidad de vida para la población que decide permanecer en el medio rural. Los recursos naturales nos son favorables, nuestros suelos pueden ser incorporados masivamente a la producción tomando las medidas necesarias, tenemos los mejores técnicos del mundo en suelos, genética, procesos agroindustriales, sistemas de riego.

Hoy toda una generación de agricultores tradicionales han abandonado sus tareas. Los empresarios han sido atacados por todos los frentes, sociales, jurídicos, financieros y políticos. Sus propiedades han estado permanentemente amenazadas. La propiedad privada ha sido irrespetada. El saldo de esta tragedia es el hambre de todo un país y una imposibilidad de alimentarse y vivir en el medio rural como nunca antes ha existido.

Una altísima prioridad del Plan País es el diseño del camino de reconstrucción de la agricultura, la ganadería y la pesca, actividades de las cuales dependen sus trabajadores y un país entero que se ha visto azotado por una carencia alimentaria sin precedentes.

Ahora toca sembrar paz, seguridad, semillas, pescar en nuestro maravilloso mar Caribe. Hacer crecer los rebaños. Que a los niños nunca más le falte la leche, su alimento vital, que los productores del mar nos aporten su variada gama de ricas especies y generen iniciativas de desarrollo industrial de productos marinos como pueden perfectamente hacerlo con el apoyo de sus universidades y centros de investigación que hoy están preparadas para hacerlo.

Venezuela: nos toca ahora producir nuestros alimentos, el más noble de los trabajos.