El último bastión del pinochetismo

Opinión | febrero 18, 2020 | 6:19 am.

La lucha contra la dictadura es una lucha larga, que tiene muchos años de vigencia, y que no se terminó con el triunfo en el plebiscito de 1988, ni con la elección del presidente Aylwin y ni siquiera con la muerte del dictador.

Esa lucha no ha tenido siempre las mismas manifestaciones. En los primeros días de la dictadura, la mera sobrevivencia personal, en las cárceles o fuera de ellas, era un acto de rebeldía, pues nos querían a todos muertos, pero no pudieron aniquilarnos físicamente ni doblegar nuestros espíritus. Paralelamente se llevaba adelante la difícil y heroica lucha por la sobrevivencia de las organizaciones políticas, que tenían la alta responsabilidad de rescatar no solo lo hermoso y lo valioso de las luchas del pasado, sino también de cultivar y proyectar esperanzas y promover las luchas del futuro.

En esta segunda fase de la lucha, y en las siguientes, hubo mucho de sacrificio, de dolor, de heroísmo y de muerte. En los largos años de lucha estuvieron presentes la resistencia estudiantil, la resistencia sindical, la resistencia clerical, las protestas nacionales, la solidaridad en todas sus formas, la resistencia armada, la resistencia y los apoyos del exilio, la participación electoral, etc. Toda la lucha contra la dictadura tuvo muchas vertientes y todas dieron su aporte a las victorias que se han conseguido en contra de ella. El plebiscito de 1988, en que fueron derrotados los intentos de Pinochet de continuar 8 años más en el poder, fue una lucha llena de esperanza, de movilización y de unidad en que ganaron las fuerzas anti dictatoriales. Se ganó también la elección presidencial que vino al año siguiente. Allí la dictadura volvió a perder y se logró instalar en la presidencia del país a un civil que encabezaba un vasto movimiento de fuerzas democráticas.

Se ganaron en la década del 90 y en los primeros años de la década del 2000 sucesivas elecciones presidenciales, en que siempre los herederos de la dictadura intentaron volver a ejercer la primera magistratura del país. Se han dado muchas batallas y se han logrado grandes éxitos. La democracia ha avanzado y ha ganado espacios dentro del país. Se han ganado también muchas batallas económicas y se ha logrado sacar de la pobreza y de la miseria y varios millones de compatriotas que constituían una dramática herencia social de la dictadura.

La confrontación electoral de abril es parte de esa larga lucha.

Es la lucha contra el último bastión del pinochetismo, mediante el cual todavía la dictadura sigue decidiendo lo que podemos y no podemos hacer. Sin el cambio constitucional no existirá en el país verdadera libertad ni verdadera democracia. La decisión y el deseo de la mayoría del país, manifestada en múltiples contiendas electorales ha resultado hasta ahora inútil para llevar adelante los cambios deseados, pues una minoría pinochetista lo impide mediante las artimañas que le otorga la actual constitución.

La lucha contra el sistema de pensiones, encabezado por las AFP, no puede ser cambiado sin el previo cambio de la constitución. El agua no puede ser rescatada de manos privadas y reconocida como un bien nacional al servicio de todo el país, sin un cambio sustantivo de la constitución. La salud y la educación no están hoy en día reconocidas ni estructuradas de modo de satisfacer un derecho de todos los chilenos a una salud y una educación de calidad, sino que devinieron en mercados en que algunos se enriquecen y otros sobreviven sin acceder a derechos que deberían estar reconocidos en una nueva constitución. La plena vigencia de los derechos humanos debe ser también incorporada como parte sustantiva de los derechos de todos los chilenos.

La única forma de ser consecuentes con la larga lucha contra la dictadura, y de honrar los enormes esfuerzos y sacrificios que se han dado en esa causa, es sumar una vez más todas las fuerzas en la lucha contra el último y fundamental bastión del pinochetismo: su constitución.

Después de ello podremos efectivamente dar vuelta la página y dar por terminada una larga y dramática etapa de nuestro desarrollo como nación.