El retorno del general Manuel Antonio Noriega

Opinión | febrero 10, 2020 | 6:21 am.

Es verdad que de 1989 a estos días ha pasado mucho tiempo. Sin embargo, en Venezuela volvimos a la era del machete y las peinillas, que tanto gustaron al General panameño, quien gobernó ese país con una daga en la mano y convirtiéndolo en potencia del narcotráfico y el terrorismo. Siendo hoy el sistema implementado en Venezuela mucho más moderno, con los rusos como rectores de una política criminal sofisticada y con el embajador cubano ejerciendo el papel de Pablo Escobar, con “Popeyes” de todo el universo delincuencial, han regresado las peinillas a representar el régimen político y las groserías a sustituir el lenguaje del Estado.


Muchas cosas siguen como calcadas: crímenes de dirigentes políticos y militares, desaparecidos, presos políticos” ruleteados”, como los nuestros y humillados también como los nuestros. Narcotraficantes dirigiendo las operaciones del Estado, guerrilleros asesinos que se pasean a sus anchas por las calles del país, como lo hicieron en Panamá, exhibiéndose bravuconamente y sin escrúpulo alguno.

Las cómicas peroratas del General panameño, alfanje en alza, se reproducen por doquier en los distintos niveles de la estructura del Estado criminal. El usurpador a veces se despierta amenazante y otras llorando, pero siempre con el puñal de la insolencia. La falsa constituyente es el recinto que reúne el mayor número de delincuentes por metro cuadrado en el mundo: desde rateros hasta lo más altos narcotraficantes, donde Manuel Antonio Noriega y Pablo Escobar pasan a un quinto plano – y cuidado si no es más la distancia en el Oscar del narcotráfico-.

Los tiranuelos venezolanos, al igual que el panameño, carecen de un lenguaje apropiado. Solo apelan al improperio y las palabras ruinosas y repulsivas de todo mal hablado. Son consignas insultantes, agresivas, desesperadas. Es un horror para el lenguaje, un agravio a la formación básica que un ciudadano debe tener, y al respeto que todo escucha merece.

Las frases son las mismas que se pueden comprobar en videos, de aquel General tropical, que falsificó sus papeles para ser panameño, vociferante que pensaba que con aquel yatagán en la mano hacia temblar al imperio, cuando en realidad se escondía en dantescos escenarios, atrapado por el miedo y por su propia inconsistencia moral.

El día que llegaron a Panamá 27.000 soldados norteamericanos, la valentía del General se volvió agua y la carrera fue grande hacia la nunciatura, después de haber desafiado a Dios, al Papa, a los Obispos, a los Sacerdotes y a los judíos. No le valieron los brujos cubanos ni haitianos, los mismos que renovada fe le profesan hoy en Miraflores.

Y para no hacer el cuento muy largo, después de las burlas a los presos políticos, como hoy en Venezuela, paseándolos por los tribunales del mal – con bragas anaranjadas -, este ignominioso traficante tuvo que usarlas por 30 años condenado por la justicia americana, por los mismos crímenes que hoy practican a su antojo los generales y sílbatelos castrochavistas. Todo se resume en lo señalado por el periodista Jorge Reverté en el “País de España”, cuando se refirió a Noriega en el año 2017: “Era una especie de Nicolás Maduro pero con un país muy pequeño, y si hubiera conseguido resistir la invasión, habría sido un auténtico emperador de la drogas”.

PD: Se revertirán las humillaciones y La cadena de atropellos contra los presos políticos y militares. Recibirán oportunamente el grito de la Justicia. El diputado Requesens es solo uno de tantos ejemplos de dignidad.