El país que éramos

Opinión | febrero 27, 2020 | 6:28 am.

1. El país que éramos se acabó. Los adultos de más de 40 o 50 años lo tenemos reconstruido por los recuerdos y la nostalgia. Los jóvenes no lo conocieron y les ha llegado por sus mayores. Los que nacieron bajo la vorágine no saben qué es un país sino esta cosa incierta, violenta y casi enemiga en que convirtieron los facinerosos algo que una vez fue Patria.

2. La generación a la cual pertenezco, ya de salida, vivió una Venezuela de posibilidades. Los padres de los que fuimos jóvenes en los años 60 y 70 se esforzaron para que sus hijos se hicieran profesionales. Padres que formaron parte en muchos casos de la migración rural que se aposentó en ciudades, especialmente en Caracas; también hijos de la migración proveniente de España, Italia y Portugal, que nos hizo mejores ciudadanos.

3. Era viable el ascenso social. En la formidable educación pública de la época y en varios excelentes colegios privados, se formaron generaciones enteras con valores ciudadanos y herramientas intelectuales poderosas. Era frecuente que destacados personajes de la vida intelectual fuesen maestros y profesores en escuelas y colegios.

4. Nuestras universidades fueron de primera. La Universidad Central que fue la que conocí más, donde estudié y luego fui profesor, era de extraordinaria calidad. La mayor parte de los docentes podían pasar el tamiz de los estándares internacionales. Fueron casas de formación y también de lucha, con fuertes influencias ideológicas por parte de la izquierda, pero con elevada calidad académica.

5. Después vino para muchos jóvenes afortunados ese programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, en el cual miles de jóvenes, entre la academia internacional y el jolgorio, adquirieron conocimientos y destrezas de primer mundo; pero, sobre todo, se pusieron en contacto con el mundo global que jamás les habría sido vecino por no ser por esa iniciativa formidable de Carlos Andrés Pérez.

6. También fue un país de excesos. No pudo diseñarse para manejar la abundancia y, por tanto, tampoco para manejar la escasez posterior. Entre ambos extremos prosperó la corrupción en un tiempo y la rabia, en otro; hasta que vinieron los tiempos duros del ajuste de cuentas: los intentos y logros de reformas, así como la revancha de los que fueron desplazados en 1945 por los adecos y militares de la Revolución de Octubre.

7. La turbulencia de los 90 trajo a los redentores del Averno. Lograron convertir a Venezuela en un territorio para el saqueo y el crimen, y a sus ciudadanos en parias en su propia tierra, ahora entregada al desvalijamiento y el despojo.

8. Venezuela será en el futuro un país; pero, no será el mismo. No se pasa impunemente por la destrucción masiva. Habrá tal vez nuevas y mejores cosas; pero el país que fue no volverá. Éste sólo existirá por siempre en nuestros recuerdos, transmitidos a hijos y nietos…