¡Patria, socialismo o muerte!

Opinión | enero 21, 2020 | 6:24 am.

Cuando Maduro, Cabello y otros capitostes del gobierno en sus discursos (¿) apelan a la Fuerza Armada, como factor de estabilidad de la institucionalidad supuestamente amenazada por una invasión del imperialismo, se sitúan, sin eufemismos, a contrapelo de la historia. Al menos, de la historia reciente de América Latina, que en el lenguaje político prácticamente ha desterrado ese concepto de las democracias tuteladas y peor aún de los hábitos pretorianos.


Con esta opinión Venezuela se descontextualiza del entorno democrático que prevalece en la región. No es imaginable que los presidentes latinoamericanos invoquen a la soldadesca para el sostén de sus mandatos. Creo que si aquello sucediera se produciría una verdadera hecatombe en cada uno de los países que dirigen.

Semejante yerro proviene también de una errada conceptuación que está presente en la matriz del régimen y que se ha ido acelerando hasta el colmo de dejar vacío de contenido al discurso del inquilino del Palacio de Misia Jacinta. Sólo un estado de anomalía puede explicar que en democracia se recurra, ya no al arbitraje, sino a la intervención de militares como recurso de sostén de la legitimidad democrática; anomalía, sí, en su sentido etimológico, de malformación, porque el llamado a la fuerza revela una absoluta incultura política o, en su defecto, una incoherencia total con los postulados del Estado de derecho en el que se sustenta un régimen democrático.

Maduro se ha zambullido y empeñado de lleno y hasta el hastío en atacar descarnadamente a sus opositores, para cuyos efectos no escatima en sus yerros utilizar un lenguaje callejero, procaz, lleno de insultos y agravios al más puro estilo pendenciero. Cual guapo de barrio, que está llevando sus erráticas y fastidiosas cadenas nacionales a que la gente comente que este hecho le impedirá salir bien librado con sus oponentes. Como resultado, su posición antes que fortalecerse se torna vulnerable, teniendo en cuenta que su base de sostén popular es endeble.

No debemos olvidar que casi cinco millones de venezolanos han emigrado debido a la insoportable situación que enfrenta el país. Desempleo, hiperinflación, inseguridad, pésimos servicios públicos, carencia de agua, energía eléctrica, gas doméstico, corrupción, y narcotráfico, entre otras carencias que son expresiones contradictorias y huérfanas de sustento para la cultura democrática del país. Y para la imagen que debe proyectar en el ámbito internacional.

Pero existe otro efecto grave en algunas de sus cantinflericas declaraciones en cadena por TV y emisoras del poder mediático con el que cuenta. Y es el de desnaturalizar la función de la Fuerza Armada, garante de la seguridad externa e interna del país, y en ningún sentido deliberante de acuerdo a la propia Constitución frente a los acontecimientos políticos.

A fuerza de ir repitiendo a menudo – no es la primera vez que Maduro se pronuncia en tal sentido- esta exhortación a las instituciones armadas como puntales de su Gobierno lo que está provocando es una degradación de los principios constitucionales que, paradójicamente, como mandatario (¿) está obligado a preservar y más aún a divulgar como principal personero del Estado.

Por otra parte, la incultura política del régimen no es lo único que se deduce de este tipo de declaraciones. Ellas se dan como producto de la ausencia de una base social de sustento. En circunstancias distintas quien enfrenta a una conspiración internacional, invocaría al pueblo como supremo garante del orden constitucional, pero este no es el caso, peligrosamente el régimen ha ido perdiendo aliados y socios que podían eventualmente garantizarle sostén.

Desde sus inicios las inconsistencias e incompetencias políticas minaron el campo de apoyo popular con el que contaba el régimen y eso explica que pretenda sustituirlo con hombres de uniforme, evidenciando el carácter militar del cual no logra desprenderse.

Para el oficialismo algo huele mal y no en Dinamarca como titulamos otras columnas, pues en un vasto sector de la institución castrense subyace la idea primigenia de sustentar la institucionalidad por encima de todo y ante cualquier eventualidad que desvirtuase su fundamento. Y ello mantiene en jaque a Maduro.

Otra consecuencia que también causa estragos en la propia institución militar es que, al desvirtuarlas de su función empiezan, sus miembros, a tener percepciones erróneas de sus roles, que son precisos y concretos conforme a lo que reza la Constitución.

Sin embargo, a medida que se los invoca como fuerza salvadora del régimen se les otorga una matrícula para ingresar en un terreno que no es el suyo, que es propiamente la preservación de las fronteras y la seguridad pública interna, cuyo debilitamiento está causando estragos.

La seguridad nacional no puede ser manipulada ante la contingencia del hecho político circunstancial. América Latina ha pagado muy caro el abuso de este concepto, por ello todas las constituciones que las rigen son suficientemente claras al delimitar la esfera de actuación de los estamentos militares y del uso del monopolio legítimo de la fuerza en el Estado de derecho.

Nunca antes que se sepa y registre la historia, el país se había encontrado en una desconcertante anarquía, un caos tan profundo al extremo de que ya nadie cree en quien lo gobierna, ni tiene seguridad de nada.

Un país en donde la corrupción se ha convertido en un virus mortal que está desarticulando todas las arterias vitales que sustentan la estructura social de la nación; los principios éticos y espirituales, los valores morales y cívicos que constituyen el pedestal sagrado que alimenta e impulsa el civismo, el desarrollo y la grandeza de los pueblos.

Todo está siendo destruido por el tormentoso vendaval de las pasiones, del lucro incontrolable del poder de una régimen corrompido hasta la médula, que cual fístula repugnante se extiende desde la cabeza hasta los pies. El médico de La Patria, el gobernante de turno, solo ha demostrado incapacidad y desconocimiento de lo que significa gobernar un país, siendo lo más grave su persistente renuencia para rectificar los errores causantes de la debacle económica y la descomposición social, que con sus tentáculos está tiñendo de sangre los caminos de la Patria y cubriendo de dolor y lágrimas los hogares de las familias venezolanas.

Los paros y protestas que semana tras semana se producen a lo largo y ancho del territorio nacional, protagonizados por los distintos estratos sociales, se deben al engaño y a la falta de seriedad del Gobierno que incumple con las obligaciones y compromisos adquiridos, lo cual se traduce en el descontento general de una clase trabajadora decepcionada y asqueada de tantas y tantas promesas.

Todos estos hechos han generado en la familia venezolana un estado de angustia que se ha convertido en una verdadera pesadilla, lo cual más pronto que nunca puede alcanzar un nivel irreversible. El país y todo su entorno político y social se halla en el despeñadero del abismo. Este proceso de destrucción apocalíptica del país, no puede ni debe continuar a fin de evitar la descomposición social, y por el contrario propiciar la paz y el bienestar de todos los venezolanos.

La Patria la tenemos. El socialismo nos atosiga y la muerte se la llevó al autor de la desgracia que vive la nación venezolana desde hace 20 años.

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@_toquedediana