5E-2020, autogol del régimen

Opinión | enero 8, 2020 | 6:26 am.

Los laboratorios de la maldad de la tiranía, larvada en dos décadas, superan al infinito las sagas de terror del séptimo arte. La diferencia es que este último es para el entretenimiento. En cambio para nuestro país contiene efectos letales en la condición de vida de una población inerte y confusa que aborda un nuevo año, sin esperanza ni certidumbre de sortear este terrible trance.

La crueldad de la cúpula gobernante no tiene límites. Sin escrúpulo alguno lo demuestra a diario. Por una parte con la manipulación rastrera de las instituciones públicas, y por la otra la persecución irracional a quienes le adversan en función de su conspicuo objetivo, preservar el poder a toda costa así sea barriendo el piso con la Carta Magna. Hoy producto de sus dislates y provocaciones iniciamos el 2020 con dos parlamentos nacionales y una ANC fraudulenta, sin el mínimo resquemor no cede en su empeño en lanzar al precipicio nuestra existencia como nación.

De tal manera que sus torvas intenciones reforzadas por la cúpula militar, en sesiones esotéricas impregnadas de orgías de poder, los obcecan, los hacen rodar cuesta abajo para caer en la olla como el ratón Pérez, y así cocinarse en su propia salsa, como fue lo ocurrido el pasado 5 de enero.

En efecto, en los predios de la comunidad internacional el sainete montado desde la sala situacional de Miraflores con un diputado regordete y su banda, cuya conciencia fuera comprada a punta de maletines repletos de $ como los de Antonini, ha sido calificado como un acto grotesco solo reconocido por el mentor Putin y el grupete de regímenes del eje del mal, tanto que sus aliados peronistas y mexicanos por vergüenza ajena se han negado a reconocerlo.

De retruque, como en política nadie puede considerarse muerto hasta ser colocado metros bajo tierra, ha revivido a la presidencia interina de Juan Guaidó, quien junto al resto de componentes del Frente Amplio, con sus pasos en falso malbarataron buena parte del inmenso capital logrado en enero 2019, al significar una salida esperanzadora para la población ansiosa de un cambio definitivo que finiquite la tragedia nacional.

Tan es así que el propio Juan Guaidó reconoció justamente los errores cometidos, que tienen nombre y apellido; los ultimátum de febrero; el salto al vacío del 30 de abril; los manoseados diálogos de Noruega y Barbados; el cucutazo de la corrupción que hoy todavía no registra ningún culpable; entre tantos otros resbalones.

Por tanto, cuando el presidente interino inicia su mandato 2020 anunciando su liberación de la disciplina partidista, retoma una tradición de los presidentes que tuvo la Venezuela democrática en el siglo pasado, en este caso con una máxima, no solo es decirlo sino demostrarlo.

Comenzar con buen pie juramentándose el martes 7E en el hemiciclo de la Asamblea Nacional es la actitud que la población espera y no la ambigua e improvisada de 2019. Siendo una nueva oportunidad para un mandatario que ha recibido el apoyo de más de 60 países de la comunidad internacional, y sobre todo de la población que languidece en colas y calamidades de todo género, a quienes se les va la vida a diario, esperando el final del autoritarismo que ha destruido a Venezuela, quien pretendiendo atar todo a su capricho se ha infringido un autogol del tamaño de una catedral.

Movimiento Laborista